BRASIL NOS INTERPELA.

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El socio del Mercosur no parece dispuesto a detener su máquina de demoler competidores en la producción de granos. La Argentina no puede seguir una sola campaña más con retenciones el 33% para la soja.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. La Argentina es un país que vive al día, donde el largo plazo no va más allá de una semana. Lo urgente le gana a lo importante por goleada, pero nada se resuelve realmente. Las autoridades no le encuentran la vuelta a los problemas que ellos mismos han generado. Solo se tira la pelota hacia delante, se pone la mugre debajo de la alfombra y se siguen atajando penales ante un equipo contrario que amenaza con enviarnos al descenso sin contemplación alguna.

Mientras no podemos despegar la vista de la coyuntura, los países serios van por otro carril. Y no hace falta ir muy lejos. En términos de producción agropecuaria y exportaciones del rubro están pasando cosas que deberían encender todas las alarmas, por más que los funcionarios del sector estén ocupados en sostener fideicomisos impresentables, en mantener volúmenes de equilibrio y en hacernos creer que van a importar alimentos en cualquier momento.

Sin prisa y sin pausa Brasil viene ejecutando mecanismos de progreso que lo van convirtiendo en una potencia mundial en materia de producción de granos y proteínas de origen animal. Quien alguna vez fuera nuestro cliente en todas estas cosas, hace rato nos ha pasado por arriba y claramente está planteando hacia delante un escenario que debería interpelarnos.

Se va cerrando una campaña con números que hubiesen sido impensados a comienzos de este siglo. El socio mayoritario del Mercosur apunta a casi 130 millones de toneladas de maíz y al menos 156 millones de toneladas de soja, y está deprimiendo las cotizaciones globales. Dicen que los bajos precios son la solución a los bajos precios, pero esto no sería aplicable para el vecino país.

Es que ya se habla de 163 millones de toneladas de soja para 2023/24, y de otra cifra igualmente resonante para maíz. La impresión es que Brasil tiene resto para aguantar los menores precios y seguir invirtiendo en el sector, mientras pulveriza a la competencia. Sus productores se han quejado de la baja operada en los reales que cobran por su soja, pero sin retenciones ni volúmenes de equilibrio y otras bellezas por el estilo se animan a seguir apostando al cultivo.

No es un tema para menospreciar, y hacerlo nos puede costar muy caro. Brasil apenas está usando en agricultura para granos el 8% del área potencialmente cultivable que encierra su territorio. Analistas como Enrique Erize hablan de la posibilidad, si se lo proponen, de incorporar hasta 60 millones de hectáreas en las próximas tres décadas. Y asegura que van a hacerlo.

Oportunamente la Bolsa de Comercio de Rosario estimó que la superficie cultivable brasileña se expandirá, creciendo a 92 millones de hectáreas en 2030 y a 114 millones de hectáreas en 2050. En consecuencia, el área cultivable podría más que duplicarse en un lapso de 40 años. Como resultado de los aumentos en superficie y rendimientos, la producción total de soja podría bordear los 235 millones de toneladas en la campaña 2039/40, y la de maíz 168,4 millones de toneladas en la misma temporada. Las exportaciones crecerían a 143 millones de toneladas y 55 millones de toneladas respectivamente. El trabajo es de 2019, y quizás ya se esté quedando corto.

La tendencia es concreta y a prueba de distraídos. Se está estructurando un escenario distinto. Más allá de las estrategias comerciales individuales, debería ser un tema que el agro argentino presente enfáticamente al nuevo gobierno. Se sabe, es inútil intentar dialogar con la actual Administración, pero habrá que plantearles claramente la situación a las autoridades derivadas de los próximos comicios.

Las retenciones son un impuesto distorsivo, en alguna medida perverso, con alta capacidad para aniquilar el progreso de un sector obligado a competir con agricultores afortunadamente atados a la libertad de comercio, que cobran por su trabajo el valor que realmente tiene. Los derechos de exportación en la Argentina deberían haber sido archivados hace largo rato.

Los precios explosivos de la soja quedaron muy atrás en el tiempo. No puede haber excusas por este lado. Brasil genera hoy 100 millones de toneladas de poroto más que a comienzos de siglo, y promete seguir. Salvo años climáticamente particulares, la competencia será enorme y los precios bastante más ajustados. La oleaginosa no puede continuar siendo gravada en la Argentina con derechos de exportación del 33%. Es la batalla que hay que dar cuanto antes.

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