LA ARGENTINA NO DEBERIA ESTAR EN ESTA LISTA.

Uno de los países con mayor capacidad de producción de alimentos entremezclado con naciones de bajos recursos naturales y altísima inflación en este rubro. Maldita macro.
Uno de los países con mayor capacidad de producción de alimentos entremezclado con naciones de bajos recursos naturales y altísima inflación en este rubro. Maldita macro.
La imagen del Banco Mundial ubica a la Argentina entre los países más castigados por la inflación en alimentos de todo el planeta. El top ten en desgracia lo integran además Líbano, Zimbabwe, Irán, Turquía, Egipto, Ruanda, Ghana, Surinam y Sierra Leona. Todos estos países cuentan con niveles tecnológicos relativamente limitados, algunos con conflictos internos severos, y por sobre todas las cosas no han sido beneficiados en el reparto de atributos destinados a la producción de alimentos. Son naciones que mayormente dependen de la importación para satisfacer las necesidades de su gente.
La Argentina debería estar en otro carril. Tiene condiciones naturales inigualables, con productores que se encuentran entre los más capacitados del planeta. Pero todo lo que rodea a la actividad es fuertemente negativo: la política económica, el sistema tributario, cadenas industriales que no han alcanzado el desarrollo que sería esperable, el carácter demagógico y clientelista de sus gobernantes, la voluntad de gastar de manera irrefrenable y usar al sector agropecuario, en particular, y a todos los actores de la economía en general, como fuente de recursos para sus despilfarros. Eso nos deja a contramano de la porción del planeta que progresa y protege a su población.
Es que el valor de los alimentos en el mundo acaba de marcar un año en caída, luego de que la pandemia y la guerra en Ucrania llevaran los precios hacia arriba. Así, el índice de precios de los alimentos de la FAO se situó en un promedio de 126,9 puntos en marzo de 2023, esto es 2,8 puntos menos que en febrero pasado La disminución del índice en marzo obedeció a un descenso de los precios de los cereales, los aceites vegetales y los productos lácteos, mientras que aumentaron los del azúcar y la carne. El asunto es que los alimentos en el planeta perdieron precio por decimosegundo mes consecutivo, tras alcanzar su nivel máximo hace un año. En el periodo referido el índice ha caído un 20,5 %.
Como se comprenderá, la inflación en alimentos es un tema que concentra la atención de los dirigentes del mundo desarrollado, una seria preocupación porque impacta en la calidad de vida de la gente. El descenso operado en este índice durante el mes de marzo consolida la racha más larga de caída de precios de los alimentos en las últimas tres décadas.
La Argentina está fuera del mundo civilizado. La inflación en alimentos para el mes de marzo supera el 9%, y apunta a acercarse al 200% como proyección anualizada. Una verdadera catástrofe en la que nada tiene que ver el productor de alimentos, que paradójicamente recibe un precio insuficiente mientras una gran parte de la población debe pagar mucho dinero por asegurar al menos una comida para la familia. Es una combinación que típicamente se da cuando la economía está muy mal manejada.
Se sabe, quien genera cereales, oleaginosos, leche o carne recibe una porción muy menor del valor final en góndola, y en general está sujeto a la tendencia internacional de precios, que como vimos es declinante. Suele ser el eslabón de la cadena con menor peso respecto de lo que finalmente paga el consumidor. No es de ninguna manera un formador de precios.
Por eso no se le puede echar la culpa de este desaguisado al hombre de campo. Tampoco a los efectos de la guerra en Ucrania y los de la propia pandemia, que se han ido diluyendo en los países serios. Es de un caradurismo extremo atribuir la situación que vive el país a estos fenómenos. Los elementos aquí aportados desnudan claramente el error de caer en justificativos vergonzantes para quienes recurren a ellos.
La tragedia que pesa sobre los alimentos en la Argentina deviene de años de pésimo manejo de las cuentas del Estado, especialmente el gasto, de la ausencia de un gobierno que despierte mínima confianza, de la falta de expectativas, de la sospecha que indica que no tienen idea de cómo estabilizar el escenario que han creado. Eso nos ha condenado al lote de los países más atrasados en el planeta, a pesar de tener recursos naturales y empresarios del agro para jugar en las ligas mayores. Habrá que barajar y dar de nuevo. Empezar de cero, y lo antes posible.