MERCOSUR, UNION EUROPEA Y CHINA: NEGOCIACIONES COMERCIALES QUE PUEDEN GENERAR TANTAS OPORTUNIDADES COMO DESGRACIAS.

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Las noticias aburridas son las peores porque pocos las leen y, en caso de contener eventuales problemas que vienen en camino, las consecuencias sólo suelen verse cuando el “choque” es inminente.

Eso, de alguna manera, es lo que sucedió con el reglamento 1113 de la Unión Europea. Desde Bichos de Campo venimos informando regularmente al respecto durante los últimos dos años y, sin embargo, las quejas generalizadas de los potenciales damnificados recién aparecieron cuando faltan pocos meses para la implementación efectiva del régimen.

Ahora está volviendo a suceder. Esta semana la Argentina comunicó a sus socios del Mercosur que está dispuesta a convalidar –tal como lo viene solicitando Uruguay hace tiempo– la posibilidad que los países del bloque puedan firmar Tratados de Libre Comercio (TLC) sin el aval del resto de los integrantes del bloque.

Uruguay quiere liberarse de esa imposición del Mercosur porque está desesperado por concretar un TLC con China para seguir los pasos del Chile, nación que incrementó de manera sustancial sus exportaciones gracias al acuerdo realizado con la nación asiática.

Pero no es el caso de la Argentina, porque el presidente Javier Milei no quiere saber nada con China por cuestiones ideológicas y tiene planes para firmar el TLC negociado en 2019 entre el Mercosur y la UE-27, el cual jamás entró en vigencia al no ser ratificado por los países de ambos bloques.

Sin embargo, desde 2019 a la fecha sucedieron muchas cosas, una de las cuales es la pretensión de la Unión Europea de cambiar las reglas de juego del comercio internacional de productos agroindustriales por medio de la violación de la soberanía de las naciones exportadoras. Aceptar un TLC con la UE-27 en tal coyuntura, implicaría transformarse en un vasallo de Bruselas.

Esta semana se realizó en la ciudad de Brasilia una cumbre del Mercosur y la Unión Europea en la cual se evidenció la desesperación de algunos representantes de la UE-27 por concretar el acuerdo ante la necesidad de buscar nuevos socios comerciales para contrarrestar a amenaza rusa y las crecientes disputas con China en un mundo cada vez más desglobalizado.

Por supuesto, las entidades que agrupan a los productores europeos emitieron un comunicado para rechazar un TLC con el Mercosur, aunque el mayor temor, en ese sentido, es la potencia exportadora de Brasil. Sin el ingreso del gigante al acuerdo, el impacto sería mucho menor para los europeos.

Para la Argentina, un TLC con Europa representaría una ventaja en determinados sectores, como el oleaginoso, legumbres y carne vacuna, pero en otros seguramente habrá perjuicios, como es el caso del lácteo, vinos, aceite de oliva, carne porcina y quizás también en trigo y panificados; si estos sectores europeos son más competitivos que los argentinos por razones genuinas o por la ayuda de subsidios, es materia de otra discusión.

Seguramente existen razones geopolíticas para tal alineamiento. Pero esa cuestión resulta abstracta para una nación pequeña, colmada de pobres y ubicada en los confines del orbe. La meta del país debería ser producir y exportar cada vez más a la mayor cantidad posible de clientes sin importar cuál sea su legajo o prontuario. Todo lo demás no importa.

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