AMENAZA EN LAS ISLAS: EL IMPRESIONANTE RESCATE DE VACAS PARA EVITAR “LA OLA” Y EL SERIO RIESGO QUE SE MUERAN 9.000.
En la zona de Victoria, Entre Ríos, los movimientos para retirar unas 30.000 cabezas se intensifican, algunos descreen de las alertas y quieren esperar hasta último momento.
El día amaneció nublado: de a ratos sale el sol y se refleja sobre las aguas del río Paraná, que parecen estar tranquilas. Sin embargo, detrás de esa calma chicha, desde la orilla, los lugareños saben que de un momento a otro las cosas pueden cambiar. Sin ir más lejos, anteayer, un viento que alcanzó los 37 kilómetros agitó el río y dificultó y atrasó la evacuación de la hacienda que se hace en balsas. Según dicen, aquí, donde muchos buscan anticiparse a la crecida, aun quedan unos 30.000 animales de casi 200.000 que había en las 375.000 hectáreas de islas de esta zona. Hay un serio riesgo de que la hacienda que resta retirar se mueran ahogadas unas 9000 cabezas lo que representaría una pérdida superior a los $2000 millones.
Es que un reciente pronóstico del Instituto Nacional del Agua (INA) sonó aterrador y, dicen los isleños que, si se cumple dicha proyección, pronto todo quedará bajo agua. El instituto señaló que en esta zona habrá desde el próximo miércoles un “evento muy significativo, cubriendo casi toda la región de respuesta hidrológica rápida y con acumulados semanales del orden de 220 milímetros”. Agregó que “las lluvias sobre la cuenca del río Iguazú están produciendo una crecida en Cataratas que no se registraba desde junio de 2014″.
Desde hace varias semanas, al igual que la naturaleza, que los productores dejaron de descansar. Baqueanos de la geografía del lugar, entienden de que el río, sigilosamente, de la noche a la mañana puede cambiar de un escenario benévolo y convertirse en uno dramático.
A diferencia de la sequía, en donde el ganadero tarda en tomar una decisión con la esperanza de que el pronóstico cambie y traiga lluvia; en la inundación, no hay tiempo para perder y los minutos cuentan. Se debe ser resolutivo y expeditivo para sacar la hacienda del lugar porque el agua llega y no perdona.
Sin embargo ahora, descreídos del estudio del organismo, muchos se rehúsan a dejar su lugar esperanzados de que no sea para tanto. Sumado a que luego de la brutal sequía las últimas lluvias promovieron la aparición de grandes pastizales en las islas para la comida del ganado.
“Buen día gente, para que vayan sabiendo, muchos dicen que no le conviene encerrar en el feedlot y no tienen campo donde dejar la hacienda, por lo que no van a abandonar las islas”, fue un mensaje de un funcionario que circuló por un grupo de WhatsApp de productores.
No es un lunes cualquiera, la tragedia ya golpeó a los isleños quienes ayer conocieron la noticia de que una barcaza que transportaba hacienda hacia Helvecia, Santa Fe, se dio vuelta y de los tres tripulantes a bordo dos se encuentran heridos y otro aun está desaparecido.
En fila india, un lote de camiones de hacienda esperan sobre la bajada de la ruta nacional 174 a que las balsas repletas de hacienda lleguen al embarcadero construido improvisadamente, para descargarse. De allí se irán a algún campo que se consiguió a las apuradas, a un feedlot o a un frigorífico de la zona. Ahí reside el otro problema: la sequía que atravesó el país de punta a punta dejó los suelos pelados y sin pasturas.
Pero no es momento de rendirse. Los isleños están más unidos que nunca y en forma mancomunada vienen trabajando hace un tiempo para sacar las vacas de isla adentro. En 2020 los aglutinó el avance del fuego, luego la seca y ahora los reúne el agua, dicen.
Esteban Hernández es productor isleño de toda la vida y es uno de los que va a esperar hasta último momento. “Mi padre compró unas hectáreas en la isla La Deseada en 1970 y tenemos escritura desde el 72. Tenemos hacienda en una isla en Cayastá, en el departamento de Garay. Acá hay un tema que, como hubo tanta sequía, mucha gente desesperada trajo animales porque no sabía dónde llevarla. En el único lugar donde había pasto verde era en la isla, que se recuperó volando y ahora nadie quiere irse. Nosotros vamos a esperar hasta último momento porque estamos en barco a 20 minutos de este embarcadero y en un día podemos sacar toda la hacienda. Pero todavía no conseguimos lugar dónde llevarla. Podríamos llevarlo a un feedlot pero es tan costoso que casi ni conviene”, cuenta a La Nacion.
En rigor, dice que, entre el flete del barco, el del camión, sumado a la gente que se debe contratar para arrear la hacienda, este año se trabajaría a pérdida: “Los números son muy finos, hay que ser muy cuidadosos, arriesgarse un poquito y rogar que el agua no inunda las islas”.
Para Eduardo Grimaux, presidente de la Sociedad Rural de Victoria, se necesita hasta diez troperos por día, lo que significa unos $30.000 por peón para el movimiento del ganado, entre comida y salario, más el costo de la barcaza y los camiones. Si no se tiene campo propio se suma el gasto de arrendar. “Por eso aguardan hasta último momento para decidir evacuar cuando llegué la ola”, precisa.
Rafael Sugasti está un poco más tranquilo que el resto de los productores porque su establecimiento está lindero al río y puede salir por tierra rápidamente si el panorama empeora: “Yo salgo por arreo, tengo un albardón donde la hacienda sale caminando, a lo sumo con agua al pecho. Desde el 2000 estoy trabajando en la zona y con los años y experiencia, fui conociéndolo y aprendiendo a manejarme con el río”.
En esa línea, Leonardo Scarparo, presidente de Comunidad Islera Asociación Civil (CIAC), detalla que, “hasta hace unos días, todos estaban con la intención de ir sacando la hacienda pero como los pulsos decrecientes se mostraron irregulares y en este momento ha habido un afloje en aguas arriba del Paraná, la gente se ha confiado y espera qué hacer; es una mezcla entre deseo y creencia”.
“A la imposibilidad de tener adónde ir, se suma la falta de la infraestructura necesaria de barcazas y muelles para poder enfrentar este tipo de situaciones. Con animales gordos, que aun les falta terminación, no se sabe adónde ir. Hay un perjuicio económico terrible. Los pronósticos son de inundación, independientemente de que los pulsos no sean regulares, el río no va a bajar sino que va a subir y el agua va a venir”, asegura el viejo conocedor de la hidrografía de la zona.
“Hay que tener en cuenta que el pronóstico del Niño en el Pacífico Ecuatorial que está vigente hace meses señala que va a haber situación de Niño hasta otoño del año que viene. Ese es el peligro. Hace un mes nosotros teníamos un río de dos metros, estaba muy bajo y hoy ya está en 3,8″, añade.
Según describe Enzo Mariani, productor isleño e integrante de la CIAC, existe un Plan Integral Estratégico de Aprovechamiento Sustentable del Delta del Paraná (Piecas) para mejorar la infraestructura sobre las costas del río pero que “todo quedó en la nada y ahora que se necesita no está”.
“Esto es cíclico, o sea, va a pasar ahora y pasará dentro de cinco años, que es la frecuencia con que se da este fenómeno de El Niño. Entonces debemos aprovechar de acá al próximo evento para tratar de construir esa infraestructura que posibilite el arraigo, generar trabajo genuino y que posibilite aumentar la producción y las divisas para el país. Un estudio del INTA dice que el 60% de los animales que se destinan para la Cuota Hilton salen de estas islas, donde la hacienda come pastos naturales”, indica.
Son cerca de las 14, un fuerte mugido de vacas y un eterno balido de terneros desde adentro del río anticipa que se acerca una barcaza al embarcadero. Despacio, uno de los camiones se pone de culata y los operarios se acomodan para descargar la hacienda y subirla al camión.
Sin vacilar, Grimaux señala que todos los días, en crecida constante, el río aumenta entre 5 y 12 centímetros su altura. “Por los pronósticos alarmantes anteriores del INA que luego no se cumplieron, la gente no cree y no saca su hacienda. Lo hizo antes y no pasó lo advertido por el organismo. Pero si se cumplen sus proyecciones y la ola llega, será tarde, porque no hay tantas barcazas ni embarcaderos disponibles y se hará un cuello de botella. Si eso pasa, es probable que se ahogue el 30% de la hacienda que se quedó en las islas”, advierte.
De a poco comienza a caer la tarde sobre el Paraná, es momento de frenar las labores hasta mañana. Como todos los días, bien temprano los productores observarán si hubo variación en el pronóstico, es el día a día. “Estamos acostumbrados a trabajar con el río, aprovechando lo que nos da. Lo que buscamos es que cuando el río nos permite trabajar, venimos y nos vamos cuando ocurre lo contrario”, finaliza Scarparo.
Por: Mariana Reinke.-
LA NACION.-