BIOPLASTICOS GENERADOS A BASE DE MAIZ: UNA SALIDA SUSTENTABLE PARA POTENCIAR ESTE CEREAL EN ARGENTINA.

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En busca de soluciones sostenibles, Argentina puede aumentar la productividad en sectores clave y liderar la transformación ecológica en la industria plástica.

En el horizonte de los próximos 10 años, Argentina se encuentra ante una oportunidad excepcional para redefinir su posición en la arena global a través de la expansión de sus producciones locales. En este viaje de crecimiento, el maíz se erige como el protagonista indiscutible, no solo como motor de múltiples sectores como la carne, la leche y los alimentos balanceados, sino también como catalizador de una revolución ecológica: la producción de bioplásticos.

En el año 2022, el consumo interno de maíz en Argentina alcanzó la marca de 19,4 millones de toneladas, alimentando una amplia gama de industrias que se tradujeron en exportaciones por un total de US$ 5.838 millones. Pero el verdadero potencial yace en las proyecciones audaces para la próxima década. La Bolsa de Comercio de Rosario proyecta que para el 2033, el consumo de maíz podría ascender a 33,3 millones de toneladas, abriendo la puerta a exportaciones que podrían superar los US$ 13.700 millones. Entre estas proyecciones resalta un campo de innovación en particular: la producción de bioplásticos, encabezada por el polímero Polyactic Acid (PLA).

El PLA, un polímero biodegradable, ha emergido como la respuesta a la creciente conciencia ambiental en todo el mundo. En el corazón de esta revolución se encuentra el maíz, la caña de azúcar y otros cultivos renovables que alimentan su producción. En comparación con los plásticos convencionales como el PP, PE, PS y PET, el PLA presenta una solución más amigable con el medio ambiente, siendo más fácilmente biodegradable y con un menor impacto ambiental.

Su versatilidad es otro atributo que le otorga un valor destacado. Desde envases de alimentos hasta piezas de automóviles, el PLA ha demostrado ser una alternativa capaz de competir con los polímeros tradicionales en términos de resistencia y rigidez.

Sin embargo, la contribución más significativa del PLA es su potencial para abordar la crisis global de los residuos plásticos. Mientras que los plásticos convencionales pueden tardar siglos en degradarse, el PLA ofrece una solución más sostenible al desafío de la contaminación plástica en vertederos y entornos naturales.

En el contexto argentino, la incorporación del PLA como reemplazo de plásticos convencionales representa no solo un paso hacia la sostenibilidad, sino también una oportunidad económica y de desarrollo. Datos de la Cámara Argentina de la Industria Plástica revelan que el consumo aparente de plásticos como PP, PE, PS y PET superó 1,3 millones de toneladas en 2021, con exportaciones que sumaron 328.600 toneladas. Estos números subrayan el mercado potencial y la demanda de alternativas sostenibles.

A medida que se proyecta un aumento en la demanda de plásticos y la industria se orienta hacia la sostenibilidad, la posibilidad de producir PLA a partir del maíz adquiere relevancia estratégica. Si se logra reemplazar el 30% de los plásticos convencionales proyectados para 2033 con PLA, se estima una demanda anual de maíz de aproximadamente 1.350.000 toneladas.

Este camino hacia la producción de PLA no solo contribuiría a un futuro más verde, sino que también podría impulsar la economía y la industria del maíz en Argentina. La sincronización de los esfuerzos entre el sector agropecuario y la industria se vislumbra como un paso crucial para asegurar que el país capitalice plenamente esta oportunidad, logrando tanto el crecimiento económico como la conservación del entorno.

Las perspectivas de la National Corn Growers Association son reveladoras: si se utiliza etileno a base de maíz en lugar del de origen petrolero, el mercado mundial de plásticos podría consumir más de 250 millones de toneladas de maíz.

En última instancia, el uso del PLA como parte de una estrategia de valor agregado del maíz en Argentina no solo ofrece un horizonte prometedor en términos económicos, sino también la posibilidad de un cambio transformador en la forma en que el país aborda el desafío global de los plásticos y la sostenibilidad ambiental.

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